domingo, 20 de junio de 2010

EL ADOLESCENTE Y SUS AFECTOS

El adolescente vive una difícil "postura existencial". Ello puede ayudar a comprender las "inestabilidades" y "vaivenes" emocionales a los que se ve sometido y que suele expresar en su conducta.

El adolescente suele tener una afectividad muy rica pero inestable; extremista en sus estados de ánimo (grandes alegrías y grandes tristezas) como si también en esto como ocurre en el mundo intelectual- "quisiera probar de todo" y "a tope".

En efecto, vive todo de forma comprometida: se mete hasta el fondo. Es capaz de grandes depresiones o entusiasmos "irreflexivos". "Son capaces de lo mejor y de lo peor"...

A veces, se muestran irreflexivos, se angustian, o les entra el pánico y "salen con bobadas" de lo más pueriles.

Por eso, su conducta resulta "rara" y muchas veces "desconcertante". Podemos plantearnos el "porqué" de todo esto:

I. Los cambios que se dan en el adolescente (los cambios corporales y sociales) tienen un denominador común en cuanto a consecuencias: les provoca angustia.

La angustia es uno de los fenómenos más frecuentes en el adolescente. Esta a veces se expresa en forma de miedos, o de sentimientos de extrañeza, o en "nostalgias" (el adolescente que durante la noche se imagina que "sus padres no son sus padres", "que se mueren y él se queda solo"... etc.).

Otras veces se elabora en forma de rebeldía, de "depresiones", de soledad... etc.

II. Junto a la angustia, e inseparable de ella, surge la inseguridad. El adolescente se nota incierto ante sí y ante lo que le rodea, por eso es ambivalente frente a la mayoría de las cosas.

III. La inseguridad y la angustia, conducen al adolescente a un "meterse en sí mismo". Se vuelve introvertido y se plantea una serie de cuestiones acerca de él mismo: ¿Quién soy yo?, ¿qué quiero?, ¿adónde voy?

No le resulta fácil contestarse: no se comprende a sí mismo y por eso piensa que los demás tampoco le comprenden. Esto le desanima, duda de sí, se siente inseguro... y todo ello contribuye a que se aísle (se "encierra en su habitación"... etc.).

Esto no quita para que, frente a los demás, "mantenga el tipo" y se muestre fuerte, arrogante, incluso agresivo. Dará "contestaciones" a todo, expresará "convicciones”... se convertirá en el prototipo de la edad difícil.

No hay que olvidar que esta manera de comportarse, excéntrica y rara, obedece a dos necesidades:

a) La de autoafirmarse y "sentirse alguien" en medio de su caos y angustia.

b) La de poner a prueba a los adultos.

IV. Esta situación afectiva incómoda del adolescente justifica al vivir tan centrado en sí mismo buscando mecanismos de defensa.

Los mecanismos de defensa más frecuentes utilizados por el adolescente y que explican alguna de las conductas que observamos en ellos, son:

- La fantasía (el "soñar despierto" imaginándose grandes, queridos, admirados...).

- La sublimación (eleva el móvil de sus acciones al no saber cómo enfrentarse con situaciones concretas y al alcance de sus manos: Es la época de las "vocaciones misioneras", del amor a la humanidad, del pensar en un mundo limpio y justo, de los "idealismos"...).

- La intelectualización (el "tener una razón" y "perderse en divagaciones y explicaciones" para todo).

- El ascetismo (el deseo de "poder" al cuerpo y así sentirse "controladores" de lo que les desconcierta). El deporte, la naturaleza, etc., cobran un nuevo sentido "finalista" a esta edad, ya no se practica sólo "por pasarlo bien".



¿CÓMO PODEMOS EDUCAR EN LA MADUREZ EMOCIONAL A LOS ADOLESCENTES?



Cada ser humano, ya desde muy pequeño, desarrolla un aprendizaje emocional: aprende qué clase de expresiones son toleradas, premiadas, prohibidas o ignoradas en su entorno familiar. Cada familia tiene su cultura emocional propia, a partir de la cual el sujeto construye la suya personal. También en el ámbito edu¬cativo de la escuela y de los grupos de iguales o de pertenencia se reconstruirá esa maniobra emocional personal en un camino sinuoso de socialización que debería alcanzar un cierto grado de madurez emotiva.



DISTORSIONES AFECTIVAS



En nuestra experiencia profesional nos hemos encontrado con algunas distorsiones emocionales que los sujetos han ido adquiriendo en su proceso de socialización:



- Una falta de conciencia de las propias sensaciones y emociones o de alguna de ellas. Son jóvenes y adultos con dificultad de conexión con su mundo afectivo. Es como si hubiera desconectado de su dimensión emotiva y se hubieran refugiado en el mundo mental.



- Una dificultad de saber expresar emociones, aunque tengan conciencia de ellas. El miedo al rechazo o a ser dañados o cómo medio de manipulación inconsciente, llevan al joven a ocultar o disfrazar vivenciales importantes en sus relaciones interpersonales.

- El descontrol emocional en el comportamiento que resulta inadecuado, desproporcionado o destructivo. Normalmente carecen del sentido del límite y la responsabilidad de sus sentimientos.

- El manejo manipulativo de emociones para conseguir la atención o compasión de la persona cercana o permitirse la persistencia de un resentimiento personal hacia quien se sintió agredido.

- La existencia de unas creencias o pensamientos irracionales así como la apreciación o evaluación poco realista de sí mismo o de situaciones vividas.



¿EN QUÉ CONSISTE LA MADUREZ EMOCIONAL?



La psicóloga y psicoterapeuta Gimeno¬-Bayón en una reciente publicación (1997) sostiene que la madurez emocional implica los siguientes componentes:

- La conciencia de las propias emociones y la aceptación de todas ellas como positivas en sí mismas, cuando son respuesta a un estímulo adecuado.

- Una amplitud de experiencia emocional que contempla una rica gama de emociones y sentimientos.

- La expresión y actuación matizadas y adecuadas de las emociones y sentimientos sentidos.

La permisión de la vivencia íntima de las emociones y las respuestas instintivas en un contexto adecuado, y el aprendizaje social como contribuyentes al bienes¬tar propio y de los demás.



Como Lograrlo

1- Fomentar la capacidad de estar en contacto con la propia maniobra emocional: escuchar nuestras sensaciones, sentimientos y emociones, prestar atención a lo que sentimos en el aquí y ahora. Es fundamental la actitud de atención continua a la vivencia en el presente, al propio yo. El joven aprenderá a descubrirse y a conocer sus necesidades, sus deseos, sus expectativas, sus mecanismos de funcionamiento y sus modalidades de comportamiento contactando con sus emociones y sus sentimientos. "¿Cómo me estoy sintiendo?" es una pregunta que ha de hacerse refleja en la cotidianidad de la vida, en medio de la actividad o de la relación interpersonal. Pregunta y respuesta lejos de separar del entorno o del momento, ayudan a adecuarse mejor al mismo y a lograr una mayor integración personal.

2- Favorecer saber identificar y diferenciar nuestros sentimientos y emociones: la amplitud y riqueza de experiencia emocional, vivenciar la realidad y los múltiples modos de comportamiento a adoptar.

3- Posibilitar la aceptación de modos los sentimientos como naturales y válidos. Cada persona tiene derecho a sentir miedo, amor, odio o alegría. Los sentimientos no son discutibles. Son y pertenecen a cada cual que los siente.

4- Propiciar la «responsabilización» de los propios sentimientos. Aprender a responsabilizarse de las emociones y sentimientos propios.

5- Saber elegir cómo y cuándo expresar nuestras emociones, elegir la conducta más adecuada al contexto. Manejar un registro amplio de alternativas y de matices graduales en la expresión de los propios sentimientos y emociones.

6- Permitirse vivir y expresar sentimientos y emociones diversas: crecer y desarrollar una vida satisfactoria.

7- Es necesario asumir e integrar programas de educación racional-emotiva en el trabajo con adolescentes y jóvenes, que por sus características se adaptan a los rasgos evolutivos de esta etapa y propician una labor preventiva de salud mental en la adolescencia.


PS. MÒNICA LEÒN MALCA

RESPONSABLE DEL SERVICIO

PSICOLOGA DEL HOSPITAL DE ESPECIALIDADES BÀSICAS LA NORIA

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